En el elegante salón del Gran Hotel, las risas cesaron de inmediato cuando Sofía descendió majestuosamente por la escalera. Su vestido azul marino brillaba bajo las luces, evocando la imagen de un cielo estrellado. Javier Mendoza, su esposo, sintió un frío recorriéndole las venas, mientras observaba a su esposa caminar con paso firme hacia el centro de la sala. Él, que la había dejado en casa esa misma tarde, con la excusa de una indisposición, no podía creer lo que veía.
Sofía, a quien él había considerado poco adecuada para eventos de este tipo, ahora estaba allí, deslumbrante, frente a todos sus colegas y el CEO Alejandro Riveros. Javier, completamente desconcertado, soltó el brazo de su secretaria, Camila, quien había estado a su lado durante toda la noche. “¿Qué demonios hace ella aquí?”, se susurró para sí mismo, sintiendo cómo su meticuloso plan se desmoronaba ante sus ojos.
Lo que Javier no sabía, era que esa misma tarde, mientras él organizaba todo para asistir al baile con Camila, Sofía había recibido una llamada. El CEO Riveros, ansioso por conocerla finalmente, había confirmado su asistencia al evento, lo que desató una tormenta en el corazón de Sofía. Mientras ella escuchaba a Riveros del otro lado de la línea, una comprensión dolorosa se instalaba en su mente. Las piezas de un rompecabezas que no había logrado ver antes comenzaban a encajar. Ese mismo rompecabezas que su esposo había estado construyendo sin que ella lo supiera.
Aunque la traición de Javier era evidente, Sofía no reaccionó como muchos esperarían. En lugar de confrontarlo con gritos o lágrimas, optó por una decisión que tomaría a todos por sorpresa. Se vistió con su elegante vestido azul marino, una pieza que había comprado hace meses con la esperanza de usarla en una ocasión especial. Llamó a su amiga Carolina, estilista de arte, para que la ayudara a prepararse, y tres horas después, Sofía apareció en el vestíbulo del hotel, irreconocible para todos, incluso para sí misma.


Yo Make również polubił
Il a donné des cartes de crédit à 4 femmes pour les mettre à l’épreuve — ce que son employée de maison achète le laisse sans voix —
Je n’oublierai jamais ce moment à la fête prénatale, alors que j’étais enceinte de huit mois. Mon mari a donné à sa mère la totalité des 10 000 dollars que j’avais économisés pour l’accouchement. Quand j’ai essayé de l’en empêcher, il a crié : « Comment oses-tu te mêler de mes affaires ? » Puis sa mère, sans pitié, m’a donné un coup de poing si violent dans le ventre que je suis tombée dans la piscine. Tandis que je sombrais avec mon enfant à naître, mon mari est resté là, immobile, à rire. Soudain, j’ai baissé les yeux vers mon ventre… et je suis restée figée, sous le choc.
Le jeune et riche maître paya une servante noire pour la contraindre à s’agenouiller, ramper et aboyer comme un chien afin de divertir ses invités – mais sa réaction choqua tout le monde.
Il a mis sa femme enceinte à la porte parce qu’elle attendait une fille, mais il a payé une fortune pour que sa maîtresse accouche d’un garçon dans une clinique privée. Pourtant, le jour même de la naissance, quelque chose s’est produit qui allait changer son destin à jamais.