“Hola, Laura”, saludó a la madre que acababa de hablar. “Qué curioso eso de ‘nuestra clase de gente’. Yo estoy aquí. ¿Estás diciendo que yo tampoco soy de tu clase?”
El reconocimiento fue inmediato. El horror en la cara de Laura cuando vio que la doctora Hernández llevaba chaleco de cuero con parches de su moto club.
“¿Doctora Hernández? ¿Usted… va con ellos?”
“Voy con mis compañeros de ruta a celebrar el cumpleaños de una niña maravillosa. La pregunta es: ¿por qué no estás tú?”
Más padres empezaron a reconocer gente entre los motoristas. Su asesor fiscal. Su dentista. El contratista que les reformó la cocina. El dueño de ese restaurante elegante donde cenaban a veces. Todos con ropa de motorista, todos allí por Emma.
La pequeña Sofía, la misma que había visto cómo desechaban la invitación, se soltó de la mano de su madre y echó a correr hacia Emma.
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