Ella salió y, al verme, sus ojos se llenaron de lágrimas.
—María… ya viniste.
—¿Dónde está Rafael? Necesito hablar con él.
Doña Teresa guardó silencio.
Entró a la casa y regresó con una pequeña caja de madera.
Sus manos temblaban.
—María… Rafael falleció.
Sentí que me arrancaban el corazón.
—No… no puede ser… solo han pasado cinco años…
Ella lloró.
—Tenía cáncer en fase terminal… desde antes del divorcio.
El mundo se derrumbó.
—No quería que lo cuidaras —continuó—. No quería que vivieras tus últimos años viendo morir al hombre que amas.
Por eso se fue.
Por eso te dejó libre.
Me entregó la caja.
—Esto es para ti. Él dijo que solo te lo diera si venías a buscarlo.
Dentro había una carta.
Su letra.
María,
Cuando leas esto, yo ya no estaré.
Perdóname por irme de la forma más cruel.
Me dolió más de lo que imaginas.
No quise que me cuidaras mientras me apagaba.
Quise que vivieras sin cadenas, sin lágrimas.
El dinero es para que nunca te falte nada.
Come bien. Vive bien.
No necesito que me perdones.
Solo quiero que seas feliz.
Si existe otra vida… volvería a elegirte.


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