Daniel arrebató el documento, pasando las páginas cada vez más rápido. Margaret se inclinó hacia adelante, frunciendo el ceño. La expresión de su abogado cambió tan pronto como Daniel dejó de pasar las páginas.
Daniel se congeló.
Ese fue el momento exacto en que el poder cambió de manos…
El silencio se alargó hasta que el abogado de Daniel se aclaró la garganta.
La página seis contenía una cláusula que Daniel nunca tomó en serio. Establecía que, en caso de infidelidad, comportamiento coercitivo o abuso emocional documentado, el acuerdo anularía sus protecciones y activaría una indemnización compensatoria a mi favor.
Daniel levantó la vista lentamente.
—Eso no es válido —dijo, aunque a su voz le faltaba convicción.
—Lo es —respondió su abogado con cuidado—. Especialmente dada la documentación.
Deslicé otra carpeta sobre la mesa. Dentro había años de correos electrónicos, mensajes de texto, grabaciones de voz y correspondencia médica. Notas de terapeutas. Declaraciones de médicos. Mensajes de Margaret que cruzaban líneas que ningún padre debería cruzar.
El rostro de Daniel perdió todo color.
Margaret estalló. Gritó que yo era vengativa, que estaba inventando cosas. El abogado levantó una mano y le dijo que dejara de hablar inmediatamente.


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