Tobias Rainer, de diecisiete años, había crecido moviéndose por los relucientes pasillos de cristal del Hotel Rainer Plaza con ese tipo de autoridad tranquila que otorga ser el hijo único de August Rainer. Los huéspedes lo admiraban. El personal se apartaba a su paso. Había sido criado para deslizarse por vestíbulos de mármol y pasillos de áticos como si todo el edificio fuera una extensión de su propio hogar. Sin embargo, en aquella tarde fría en la Avenida Lexington, todo lo que creía saber sobre quién era se detuvo abruptamente. Se detuvo cuando vio al chico sentado contra una señal de tráfico inclinada.
El chico llevaba tres camisas que no combinaban, una sobre otra, bajo un abrigo azul marino roto. Su cabello oscuro caía en rizos enredados sobre su frente, apelmazado por la intemperie y el abandono. Sin embargo, nada de eso fue lo que hizo que Tobias se detuviera en medio de la acera. La cara del chico era como un reflejo que Tobias no recordaba haber proyectado. La misma mandíbula angulosa, la misma nariz recta, los mismos ojos verde pálido. Incluso la expresión de sobresalto coincidía con la suya.


Yo Make również polubił
18 décembre 1898 : la naissance du record de vitesse terrestre et l’essor de l’automobile
Le millionnaire était toujours malade, jusqu’au jour où la femme de ménage découvrit toute la vérité.
Une petite fille a été chassée d’un magasin pour avoir volé une brique de lait destinée à ses deux petits frères — soudain, un millionnaire a assisté à la scène et est intervenu…
Mon père a crié : « Tu ne fais que prendre ! Tu n’as jamais rien donné à cette famille ! » Puis il m’a dit de partir si j’avais encore un peu de fierté. Alors je suis parti, en silence. Un mois plus tard