Sus palabras resonaron con una honestidad pura que conmovió a la asamblea. Los ancianos lo discutieron en voz baja, y el abuelo de Ayana tomó la palabra. “La verdad tiene un peso infalible”, dijo finalmente. “Has superado la primera prueba”.
Ayana explicó con lágrimas en los ojos: “Creemos que tu corazón era sincero”. Pero la calma duró poco: la prueba del sacrificio estaba por comenzar, y con ella, la posibilidad de que todo se volviera mortalmente serio.
Abrieron una caja de madera y sacaron cinco flechas, cada una marcada con un color. Mientras mostraban el cuero con símbolos, el silencio se hizo más profundo. “Debes elegir”, dijo Ayana, con la voz casi quebrada. “Elige a quien se enfrentará al peligro por ti, o elige ofrecerte”. A Sterling se le encogió el corazón. Elegir era condenar a otro. Ofrecerse… era aceptar una muerte casi segura.
Las pruebas descritas parecían sacadas de una pesadilla: cruzar rápidos nocturnos, buscar una piedra en la guarida de un puma, escalar un acantilado al que nadie había llegado, aventurarse en territorio enemigo para establecer contacto pacífico, dejar que una serpiente de cascabel buscara tu sangre para confiar en la medicina tradicional.
El círculo respiraba con él. Los voluntarios —un joven apenas salido de la adolescencia, una mujer de mirada dulce, un guerrero con cicatrices, una niña que le recordaba a su hermana y un hombre con niños entre el público— estaban allí, ofreciendo sus vidas a cambio de su aceptación.
Sterling peut voir les gens en attente et les corps tendus. Vous ne pouvez pas choisir entre ces personnes. Si tu le souhaites, charge-toi de la culpabilité pour toujours. Si vous l’offrez complètement, vous devrez sauver vos mains de cette culpabilité, mais vous pourrez vivre la vie.


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