Thomas se acercó despacio, cuidando de no asustarla.
—Señora —dijo en voz baja—, ¿se encuentra herida? ¿Necesita ayuda?
La joven levantó la mirada. En sus ojos había tanto miedo como esperanza. Debía tener poco más de veinte años y, a pesar del agotamiento, sostenía a sus hijas con la determinación de una madre que no se rinde.
—Por favor… —susurró—, no nos haga daño. No tenemos dónde ir.
El corazón de Thomas se estremeció al comprender la magnitud de lo que veía: una mujer sola, con tres recién nacidas, perdida en medio de la tormenta.
—Soy Thomas Mitchell —dijo con calma, quitándose el sombrero en señal de respeto—. Vivo en un rancho a unas millas de aquí. Le doy mi palabra de que no le haré daño. ¿Cómo se llama usted?
—Ruth… Ruth Patterson —contestó al fin, con cautela—. Ellas son mis hijas.
Thomas se arrodilló a su lado. Las pequeñas estaban envueltas apenas con retazos del vestido de su madre.
—Ruth, si permanecen aquí no sobrevivirán la noche. Déjeme llevarlas a un lugar seguro y con calor.
Ella bajó la mirada, avergonzada.


Yo Make również polubił
« Ma mère a la même », dit la serveuse en regardant la bague du millionnaire. Sa réponse la fit tomber à genoux…
CELLE QUI DONNE UN FILS À CETTE FAMILLE RESTE
Divorcée sans rien, jusqu’au jour où tout a basculé
Cheesecake classique au chocolat et ganache fondante