Thomas se acercó despacio, cuidando de no asustarla.
—Señora —dijo en voz baja—, ¿se encuentra herida? ¿Necesita ayuda?
La joven levantó la mirada. En sus ojos había tanto miedo como esperanza. Debía tener poco más de veinte años y, a pesar del agotamiento, sostenía a sus hijas con la determinación de una madre que no se rinde.
—Por favor… —susurró—, no nos haga daño. No tenemos dónde ir.
El corazón de Thomas se estremeció al comprender la magnitud de lo que veía: una mujer sola, con tres recién nacidas, perdida en medio de la tormenta.
—Soy Thomas Mitchell —dijo con calma, quitándose el sombrero en señal de respeto—. Vivo en un rancho a unas millas de aquí. Le doy mi palabra de que no le haré daño. ¿Cómo se llama usted?
—Ruth… Ruth Patterson —contestó al fin, con cautela—. Ellas son mis hijas.
Thomas se arrodilló a su lado. Las pequeñas estaban envueltas apenas con retazos del vestido de su madre.
—Ruth, si permanecen aquí no sobrevivirán la noche. Déjeme llevarlas a un lugar seguro y con calor.
Ella bajó la mirada, avergonzada.


Yo Make również polubił
Fui contratado para cuidar de una tumba anónima durante cinco años. Ningún familiar apareció jamás… hasta el día en que vi la foto en la lápida: era una foto mía de cuando era niño.
Dès qu’elle s’est assise dans le fauteuil de PDG, ma jeune sœur s’est levée d’un bond lors de la réunion du conseil d’administration que j’avais moi-même organisée et a déclaré froidement : « Tu n’es plus nécessaire. » Je n’ai pas discuté, j’ai juste souri… puis j’ai ri, ce qui a donné la chair de poule à toute la salle, car le lendemain matin, elle avait enfin compris où se trouvait le « vrai pouvoir »…
J’ai enfin acheté la maison de mes rêves et j’ai invité ma famille à la visiter. Aucun d’eux n’est venu, ils ont tous trouvé des excuses. Alors que j’étais seule à déballer mes cartons, mon père m’a envoyé un texto : “Il faut qu’on parle de la maison”. Mais ma réponse… »« J’ai enfin acheté la maison de mes rêves et j’ai invité ma famille à la visiter. Aucun d’eux n’est venu, ils ont tous trouvé des excuses. Alors que j’étais seule à déballer mes cartons, mon père m’a envoyé un texto : “Il faut qu’on parle de la maison”. Mais ma réponse…
Le fils du milliardaire souffrait atrocement… jusqu’au jour où la nounou sortit quelque chose de mystérieux de sa tête.