“Un adolescente rico se quedó helado en el momento en que vio a un chico sin hogar con un rostro idéntico al suyo — la idea de que pudiera tener un hermano jamás se le había pasado por la cabeza…” – Page 3 – Recette
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“Un adolescente rico se quedó helado en el momento en que vio a un chico sin hogar con un rostro idéntico al suyo — la idea de que pudiera tener un hermano jamás se le había pasado por la cabeza…”

Se quedaron allí parados durante varios segundos largos. Dos chicos que habían vivido vidas completamente separadas, hechas de circunstancias opuestas, mirándose el uno al otro como si ambos estuvieran viendo un capítulo perdido de sus propias historias.

Finalmente, Tobias dijo: —Ven conmigo.

Guió a Jaxon a través de las puertas giratorias del Rainer Plaza. Los guardias no hablaron, pero miraron abiertamente el contraste. Tobias lo llevó a un salón apartado con sillas de terciopelo e iluminación suave. Jaxon se sentó incómodamente en el borde de una silla, frotándose las manos para entrar en calor. Tobias pidió sopa, pan, té y una manta limpia al servicio de habitaciones. Jaxon los aceptó con vacilante gratitud.

Tobias observó a Jaxon comer, sintiendo que un nudo se apretaba en su pecho. —Creo que tenemos que hablar con mi padre.

Jaxon sacudió la cabeza casi con violencia. —Si no me quiso en aquel entonces, ¿por qué me querría ahora? Tobias se miró las manos. —No puedo responder a eso. Pero merece enfrentar esto.

Treinta minutos después, August Rainer irrumpió en la habitación con la energía enérgica de un hombre acostumbrado a controlar cada situación en la que entraba. Se detuvo en seco cuando vio a Jaxon. Su expresión contenía algo que Tobias nunca había visto en él. No era ira. No era molestia. Algo más vulnerable. Casi miedo.

—Tobias —dijo August lentamente—. Explícate. Tobias señaló hacia Jaxon. —Dice que su madre era Mara Mirek.

El rostro de August cambió, aunque trató de ocultarlo. —¿Qué quieres de mí? —le preguntó a Jaxon. Jaxon se enderezó. —La verdad.

August suspiró. Sus manos temblaban levemente, aunque las mantuvo entrelazadas.

—Tu madre y yo nos conocimos por poco tiempo. Ella me dijo que estaba esperando un hijo. Luego desapareció. Años más tarde me contactó pidiendo ayuda. Tenía dos bebés. Insistió en que ambos eran míos. Se organizó una prueba. Antes de que pudiera suceder, ella desapareció de nuevo. Después de que murió, intenté localizar a los niños. Solo existía un registro de adopción. El de Tobias. La agencia afirmó que no tenían conocimiento de un segundo niño. Creí que ella había inventado la historia bajo estrés.

Jaxon asintió con rigidez. —Ella no mintió. Yo fui el que quedó fuera del sistema.

Tobias sintió cada palabra como un golpe. Su vida, que siempre se había sentido estable y planeada, de repente se sentía frágil.

—Esto se puede arreglar —dijo Tobias suavemente.

August miró a ambos chicos con una expresión que Tobias no pudo interpretar. —Si eres mi hijo, asumiré la responsabilidad.

—Las palabras no son suficientes —respondió Jaxon.

—Entonces haremos la prueba —dijo August.

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