“Un adolescente rico se quedó helado en el momento en que vio a un chico sin hogar con un rostro idéntico al suyo: la idea de que pudiera tener un hermano jamás se le había pasado por la cabeza.” – Recette
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“Un adolescente rico se quedó helado en el momento en que vio a un chico sin hogar con un rostro idéntico al suyo: la idea de que pudiera tener un hermano jamás se le había pasado por la cabeza.”

Liam Carter, de diecisiete años, hijo de un magnate inmobiliario de Manhattan, estaba acostumbrado a ver a la gente apartarse cuando caminaba por el vestíbulo del Hotel Carter Plaza. Pero esa tarde, en la Quinta Avenida, se quedó paralizado a medio paso. Un chico estaba sentado contra un poste de luz, sosteniendo un cartel de cartón. Su ropa estaba superpuesta y sucia, su cabello más largo y enredado. Pero la cara… la cara era la suya. La misma mandíbula, la misma nariz afilada, los mismos ojos verdes que se abrieron de par en par en el momento en que Liam se detuvo.

Por un instante, ninguno habló. El tráfico de Nueva York rugía a su alrededor, pero el ruido parecía amortiguado. Los labios del chico se separaron. —Tú… te pareces a mí —dijo, con voz ronca.

El corazón de Liam martilleaba. —¿Cómo te llamas?

—Ethan. Ethan Hayes.

Hayes. El apellido de soltera de la madre de Liam. Una ráfaga de viento frío cortó entre ellos, pero Liam apenas lo notó. Su mente corría a toda velocidad: su madre rara vez hablaba de su pasado, excepto comentarios vagos sobre “una época difícil” antes de casarse con el padre de Liam. Ella había muerto cuando Liam tenía diez años, llevándose sus secretos con ella.

—¿Cuántos años tienes? —preguntó Liam.

—Diecisiete. —La mirada de Ethan se dirigió hacia la costosa chaqueta de Liam y luego volvió a sus ojos—. No estoy tratando de estafarte. Soy… soy un sintecho. He estado por mi cuenta durante un año.

Liam tragó saliva con dificultad. El parecido no solo era sorprendente, era innegable. —¿Sabes algo sobre tus padres?

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